Siniestro a bordo: y ahora… ¿qué hacemos?
Estamos navegando plácidamente, hay una brisa estupenda que nos refresca y nos revuelve el pelo mientras el sol nos calienta la piel. El mar está tranquilo, podemos inhalar su olor a través de las finas gotas pulverizadas que llegan, tan oportunas, cada vez que la proa corta una ola en dos. Escuchamos el flujo del agua rozar con el casco, el leve rumor del viento; vemos el horizonte despejado, apenas hay nubes en el cielo, ¡es el día perfecto! Y de repente, ¡ocurre! Eso que no queremos que pase nunca: hemos golpeado un objeto flotante y tenemos una vía de agua; o hemos enganchado una maroma y nos hemos quedado sin propulsión y con la hélice y el eje dañados; o se nos viene el palo abajo; o una moto de agua salida de la nada se nos ha incrustado en el espejo de popa. Las posibilidades son innumerables y todas devastadoras. Aún así, por fin hemos logrado llegar a puerto. Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Cómo procedemos para asegurarnos de que los daños y la reparación van a ser efectuados adecuadamente y pagados por el seguro?
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